Entumecido, cauto y arrogante,
empuño mi alma, -calma sin sonrisa-
y ante tus ojos; hombre soy sin guisa
no tengo rasgos, rostro ni semblante.
Entristecido, ciego y aberrante
enfundo un sueño, -llanto de blanquisa-
rodilla en tierra, mi amor que profetiza
un desencuentro audaz y desquiciante.
Y ante tu ausencia, dolor que se eterniza
dejó laureles cargados por el viento
en la esperanza que llegue a tus oídos
este silencio que grita mi lamento
y esta agonía con todos los aullidos
con que suspira mi necio sentimiento.